Conocer de primera mano a estas mujeres es una experiencia sin igual para los colombianos, ellas con sus voces y sus espíritus, su honestidad y grandeza, nos enseñan a construir país de la forma correcta y pertinente, desde la reflexión silenciosa, desde el lugar personal que la vida nos da a cada uno, sin odio, con el deseo de un futuro mejor, desde la siembra y el amoroso cuidado de nosotros mismos. Sobre todo, el cuidado de nuestro corazón. El verdadero arte sucede cuando ellas entonan su canto y tienen el poder de transformación que tanto merecemos como colombianos.