
La literatura y la Afrodescendencia: la mancuerna para el autorreconocimiento de la juventud


Introducción:
Desde una perspectiva testimonial, esta ponencia busca reflexionar sobre cómo podemos fortalecer la identidad afrodescendiente a través de la literatura en sus diversas narrativas. No soy una experta en lenguaje, educación o sociología; soy una amante de la lectura que se ha redescubierto como mujer afrodescendiente en diferentes historias, y ha entendido el gran aporte de los textos literarios y de los autores africanos o afrodescendientes para el forjamiento del autorreconocimiento.
Inicio este texto con mis experiencias personales, con historias vividas, libros leídos y autores que me empoderaron para llevar el estandarte de activista joven y orgullosa de mi ancestralidad africana, afrolatina, afrocaribeña y afropanameña. Finalmente realizaré unas pequeñas conclusiones sobre medidas que podemos realizar para abordar la literatura a la juventud para que sea atractiva, accesible y puedan desarrollar un pensamiento crítico que permita rescatar la memoria histórica de nuestra población.
El cabello natural me liberó de las cadenas, pero la literatura me descolonizó:
Hace cuatro años decidí conocer más de mis raíces y, como la mayoría de las mujeres afrodescendientes empecé con la transición al cabello natural. A través del cabello entendí que mi identidad es política y que el racismo sigue latente en nuestra sistema y en el status quo. El cabello me enseño lo que significa la sororidad entre mujeres negras, me enseño a ser libre, a ser yo misma. Sin embargo, en ese reencuentro con mi identidad, sentía que faltaba una pieza de mi rompecabezas para sentirme completa. Entre más descubría sobre mí, más me cuestionaba sobre mi árbol genealógico, sobre los aportes de los afrodescendientes, sobre las organizaciones que defienden los derechos de nuestra población. Me resistía a creer que en Panamá, El Caribe y el mundo solo somos conocidos por la desigualdad, por la música, por la alegría o por la buena comida. Me daba vergüenza el solo tener conocimiento, y uno muy leve, sobre la historia de los afroamericano y no de mi propio país o región. Fue allí donde recurrí a mi antiguo, viejo y confiable amigo: la literatura.
Mi hogar siempre se destacó por tener un librero con textos de todo tipo: entretenimiento, jurídicos, de ayuda personal, clásicos….pero no fue hasta ese momento, en el año 2016 que finalmente presté atención y encontré precisamente aquello que estaba buscando: mi identidad. Encontré textos de la ilustre Melva Lowe de Goodin sobre “Los afrodescendientes en Istmo de Panamá”, textos de la abogada, activista y hoy honorable diputada Kayra Harding con su autobiografía “Color Café” y “La cronología histórico-biográfica Antillano Panameña” de Anthony C. McLean. Fueron libros que cambiaron mi vida, que saciaron mi sed momentáneamente porque a partir de ese momento no pude parar. Gracias a ellos incursioné en otros autores y en otros géneros. Gracias a ellos entendí que, si quería ser activista e influir en otras personas para que se sintieran orgullosamente afrodescendiente, tenía que recurrir a la lectura y, principalmente, escrita por personas racializadas.
Toda la vida hemos aprendido sobre nosotros mismos desde la perspectiva de otras personas que no vivieron en carne propia las atrocidades del racismo ni las consecuencias de la discriminación, creando estereotipos preyorativos en nuestra sociedad. El consagrado escritor Ngũgĩ wa Thiong’o en su libro Descolonizar la mente realiza un excelente análisis sobre cómo, a través de la lengua, el lenguaje y la cultura, el continente africano ha sido un esclavo mental de la hegemonía, donde la la narrativa que más ha colado en nuestra existencia es la de la miseria y pobreza multidimensional: Controlar la cultura de un pueblo es dominar sus herramientas de autodefinición en relación con otros. Cuando Ngũgĩ wa Thiong’o escribió estas reflexiones por primera vez en 1981, aspiraba que se conociera sobre la literatura africana en todos los rincones del mundo y que de una vez por todas, los africanos y los afrodescendientes conocieramos de nuestras historias, pues la conexión idelógica e histórica es inminente: hemos compartido en el pasado la misma opresión y la misma humillación bajo el sistema esclavista y el colonialismo….tenemos las mismas aspiraciones de liberación general de todos los pueblos negros del mundo.
Fue así como decidí leer mayoritariamente autores africanos y afrodescendientes, más allá de ensayos y biografías donde pudiera entender sobre mi cultura. Empece a leer novelas y poemas, redescubriéndome, por primera vez en mis veinticinco años, en personajes ficticios que realmente se adecuaban a mis emociones, mi entorno, mi cultura. Autores cómo Elizabeth Acevedo, Chimamanda Ngozi Adichie, Tomi Adeyemi, Upile Chisala, Angie Thomas o Yaa Gyasi han logrado que, finalmente me encuentre en sus historias a través de la ficción histórica, la fantasía y prosa poética haciendo que la reconexión con mi negritud sea cada vez más evidente. Debo decir que, desde mi punto de vista, con estas autoras se está logrando precisamente que la aspiración del escritor keniano se convierta en un sueño profético. Pero no basta con que los escritores realicen el trabajo si nuestras poblaciones no los leen y, ¿por qué se está leyendo muy poco dentro de las comunidades afrodescendientes en América Latina? Las razones son diversas: empezando por el grave problema que tenemos en compresión de lectura comprensiva, la deserción escolar, el costo elevado de los textos o simplemente por miedo a ser humillados y ser vistos como lectores o eruditos.
Finalizo mis palabras proponiendo que nosotras, nosotros y nosotres, las juventudes afrodescendientes tomemos la batuta para cumplir esta profecía. Debemos entrar en nuestras comunidades a leer libros de cuentos escritores por afrodescendientes, con personajes que se vean como ellos y que les enseñen abrazar su identidad. Los seres humanos somos miméticos, enseñémosle a los adultos y docentes los grandes valores que también aportan nuestras historias, convirtamos en nuestros autores en grandes clásicos. Démosle la continuidad que se merece, realizando círculos de lecturas intergeneracionales donde puedan aprender desde la raíz: demostrándoles que somos hijos de África, descendientes de reinas, reyes, guerreros, sabios e intelectuales. Empecemos a sembrar ese conocimiento a los niños y jóvenes para que, a través de aventuras y sueños, puedan autorreconocerse con orgullo, con lucha y con resistencia.
Bibliografía:
wa Thiong’o, Ngũgĩ (1981). Descolonizar la mente (Descolonising The Mind). Penguin Random House Editorial España. Año 2015 – 192 páginas.
- junio 14, 2021
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